“El tiempo que se disfruta es el verdadero tiempo vivido”
Jorge Bucay
El modernismo ha puesto al ser humano en una carrera por alcanzar lo que creemos es lo mejor para nosotros y cuando nos embarcamos en la labor de ser padres, involucramos a nuestros hijos en ella. Cada generación de hijos y de padres es diferente y las necesidades de dar y recibir entre padres e hijos también se va modificando históricamente. El tiempo y la presencia de los padres durante la crianza no escapa de esta realidad.
Si nos vamos hacia el pasado y recordamos a nuestros padres hablar de los suyos, podríamos escuchar frases como estas: “a nosotros no nos faltó nada, mi padre se esforzó y trabajó mucho para llevar alimentos a nuestra mesa”, “mamá siempre se levantaba muy temprano para que estuviéramos listos para ir al colegio”, “se preocupaba de que vistiéramos bien y nos enseñaba cómo comportarnos”. Pero la pregunta que surge es: ¿esto lo que necesitan nuestros hijos?
El mal contemporáneo: la falta de tiempo
En la actualidad para los padres sigue presente la exigencia de trabajar y llevar alimentos a la mesa, vestido y educación a sus hijos. Y para los que aspiran “mejorar” la realidad de sus ancestros, incorporan a ella los proyectos educativos o los negocios personales, que se supone los llevará a alcanzar las condiciones de una vida más próspera y segura para ellos y para sus descendientes.
Para quienes nos hemos dedicado a la docencia y al trabajo con niños y/o adolescentes, en algún momento hemos escuchado de algunos de ellos expresiones como: ” mis padres no tienen tiempo “, “mis padres están muy ocupados”.
Lo que aqueja a estas nuevas sociedades, es la falta de tiempo y los hijos son capaces de expresarlo. No es que sean desagradecidos y menosprecien el esfuerzo de sus padres por darles lo que hasta hace poco se creía, era todo lo necesario.
Es que se ha levantado una generación capaz de reclamar en el buen sentido, la atención de sus padres y expresar sus necesidades.
Al conversar con los padres, nos damos cuenta de que a diferencia de sus predecesores, se ha abierto para ellos también una necesidad de no ser solamente proveedores de alimentos y educación para sus hijos, sino que quieren lograr una mayor cercanía e interacción con ellos. Entonces, ¿cómo logro estar con mis hijos si estoy tan ocupado?
Una solución: calidad vs. cantidad
La cultura del proveedor, muy arraigada en nosotros debe ahora combinarse con una nueva: la cultura de la presencia, entendiendo presencia como la capacidad de estar en un lugar, no solo físicamente, sino que nuestra mente y nuestras intenciones también lo estén.
Generalmente tenemos nuestros pensamientos ubicados en el futuro, pendientes de lo que tenemos que hacer o en el pasado evaluando lo que ya hicimos. Esto nos aleja de nuestro presente y pasa sin realmente ser vivido a plenitud. Este aspecto es muy importante cuando queremos compartir con nuestros hijos.
Si lo pensamos bien nos daríamos cuenta que la cantidad pierde importancia frente a la calidad de ese tiempo; unos pocos minutos en nuestra cama confortable escuchando una canción que nos guste, puede lograr una gran sensación de bienestar.
Padres, entonces la buena noticia es que si aprendemos a estar presentes en lo que hagamos, dándole calidad a nuestro tiempo no importará su cantidad. Comencemos por modificar el hábito de hacer muchas cosas simultáneamente; bien reza la frase “una cosa a la vez” y en estos tiempos difíciles para todos, nos viene bien ir más despacio.
Una práctica por la que podríamos comenzar es darle un lugar justo en el día a nuestro almuerzo o a nuestro café. Merece ser degustado con todos los sentidos y se hace imposible con el celular frente a nosotros, tratando de solucionar situaciones laborales.
Con nuestros hijos es lo mismo, no te preocupes por cuánto tiempo puedes pasar con ellos. Si logramos aprender a darnos a nosotros mismos tiempo de calidad, lo haremos con ellos.
Cuando ellos crezcan recordarán que su padre y su madre trabajaban mucho, pero también evocarán con especial satisfacción los momentos que pasaron con ellos disfrutando plenamente del juego, de una conversación o al acompañarlos para hacer sus tareas, con seguridad ni siquiera podrán definir de cuánto tiempo se dispuso.