“Un sueño es un despertar que comienza.”
Sigmund Freud.
Soñé que buscaba algo alrededor del abismo, tropecé, caí al vacío, por el agujero como cayó Alicia cuando perseguía al conejo blanco, desperté. Desperté con la pregunta en la boca ¿Qué estaba buscando alrededor del abismo que me hizo caer?. Como suele pasar a lo largo del día, u olvidas totalmente el sueño quedando solo con la sensación de lo vivido oníricamente, o comienzas a encontrar los fragmentos que habías perdido. Entonces recordé o lo inventé, ya no sé, suele ser lo mismo; lo que me había hecho asomar al precipicio era algo que había extraviado. Debajo había alguien que pedía ayuda, tenía mi rostro, era como toparse con un espejo, pero no lograba escuchar su voz, solo sus gestos desesperados de querer ser sacado.
Al inclinarme caí, golpeándome con las piedras y ramas, caí sobre una piedra rodeada de un lago oscuro, mire alrededor y no estaba ese que pedía ayuda. Subí la mirada y estaba ese otro con mi rostro intentando escucharme, pero se marchó. Quedé observando el lago, es decir aún quedaba abismo, agujero inalcanzable, infranqueable, inquebrantable. Nadie ha podido llegar jamás al suelo del mar, sobre el agua se veían colas de animales que bailaban sigilosos y se escondían como quien suele guardar secretos.
Conté el sueño, a quién solía interpretar mis elaboraciones oníricas mucho antes de iniciar mi análisis, incluso mucho antes de adentrarme en el mundo de la psicología. Ella con aire de pitonisa, me dijo: pediste ayuda y no te la diste. Desde entonces siempre pienso en la frase contemplar el abismo. Esta frase se asomaba a mi boca y a mis pensamientos, acompañada de una sensación de vacío, desamparo, de no poder hacer nada sobre lo que se desconoce, sobre aquello de lo que no se puede escribir.
Lierni Irizar dice:
“al comienzo, misterio, un agujero eterno, y sobre ese misterio se alzó el verbo … un mundo desbordante de palabras, las cosas se apropiaron de su nombre, y allí comenzó el caos, el de la creencia en un orden, porque el lenguaje tiene su razón, pero también su locura y mal entendido”*
¿Qué se puede hacer en ese agujero que llamé abismo?
Se me ocurrió construir con verbos y palabras una vida. Como quien construye puentes para llegar al otro extremo, como quien baja unos metros del precipicio y siembra una flor, pero hasta con flor no deja de ser agujero. Hay ocasiones en la vida que ya no pueden ocultar su absurdidad. Como ese mundo absurdo donde cayó Alicia,* sin referencias, sin normas, sin leyes o con sus propios códigos. Un mundo donde el sentido de las palabras y los significantes no le alcanzan, ni le alcanzarán jamás, a menos que despertara. Después de todo, eso son los sueños. Ese lugar donde no llega la censura social, indomable, con sus propias invenciones y leyes, evidencia fiel de un inconsciente que no se deja domesticar. Irizar nos ilustra un poco más sobre los sueños, diciendo que son:
“mensajes de un decir que desean mostrarse, acceso a lo oculto, conocimiento sagrado, revelación, despertar simbólico y sentido, expresión de deseo, son lo que no se domestica, lo que en nosotros dice algo de lo que no queremos saber”**
Entonces, ¿qué hacer con ese abismo al que apelamos los sueños para resolver nuestros asuntos? Yo diría, explorarlo como hizo Alicia antes de despertar. Atreverse a intercambiar e interactuar con lo que se encuentra, se conmueve, desespera y cuestiona. Pero siempre se mantuvo en movimiento, en acción, asustada buscando y encontrando la salida, la salida que no fue otra que su despertar. Alicia no despertó siendo la misma, el país de las maravillas la había dejado interrogada.
¿Pero es el agujero un privilegio de Alicia y mío?
No lo creo. Tampoco creo que seamos los únicos que soñamos, que caemos en él. A fin de cuentas, al principio todo era un agujero, y el verbo construyó vida alrededor de él. Y todo lo humano que surge después de la palabra: los encuentros, desencuentros, amores, odios, pasiones, guerras, paz, golpes y abrazos quedan habitando en nuestra piel, incluso cuando los dueños se han ido.
Saber qué hay en el fondo del abismo es imposible. No se puede construir todo sobre él, mucho menos saber que guarda en lo profundo de su esencia a donde no llegan las palabras. Ni siquiera el rebelde sueño lo toca en su totalidad, porque siempre un sueño termina incompleto y se sigue soñando. Ningún sueño es el último sueño, siempre viene un sueño después.
Y en los tiempos actuales, que nos tocó vivir, donde todo quiere ser colmado, nadie puede llenar de cemento el abismo y hacer ciudad sobre él. Porque es eterno, es la búsqueda imposible, la pregunta sin respuesta a la que todos queremos acceder. Pregunta que moviliza, que motiva a los hallazgos, que busca y encuentra, pero que siempre nos deja con la sensación de otra interrogante sin formular en la punta de la lengua.
¿Quién puede vivir una vida sin el vacío?
Lierni Irizar señala que es una búsqueda imposible, pero deviene al mismo tiempo como única posibilidad.
“Es todo aquello que mueve los hilos, que empuja, incita, nos tienta, conmueve, desespera, surge de ese lugar de oscuridad, enigma, agujero negro del saber, pozo sin fondo, recóndito misterio que se desea asesinar, desconociendo que, sin él, no somos, arcano que se desnuda, tanto como nos anuda, imposible, sin el que nada es posible.”***
Aunque no todo puede ser colmado, vivir con la sensación de la no llenura, del vacío abismal, ese lugar donde no ha llegado la palabra para escribir sobre él, siempre es posible tener un sueño, siempre y cuando podamos despertar de él, está la posibilidad de nuevas respuestas.
Soñé que danzaba y cantaba alrededor del abismo y lo hacía sin desafinar.
* Iriza, L. (2022) Las palabras que me soñaron. 1° Edición. Pg. 17. Editorial Grama.
**idem, pg. 19
***Idem
Psicólogo clínico de orientación psicoanalítica y actor de teatro.
Experiencia en la atención de niños, adolescentes y adultos con necesidades especiales.