Soledades drogadas y vínculos líquidos

En la actualidad existen síntomas sociales que aquejan a la humanidad. Cada generación debe lidiar con contingencias características de su época y dar respuestas a las mismas. Hoy en día, una de las manifestaciones sociales generalizadas que angustia a muchos padres es la adicción de sus hijos a los videojuegos, las redes sociales y los artefactos tecnológicos en general. Como psicólogo me inquieta este fenómeno. ¿Realmente puede hablarse de adicción? y sobre todo ¿solo son los niños los que están tomados por dispositivos móviles para vincularse?¿La tecnología obstaculiza los vínculos? o ¿es la tecnología una nueva forma de hacer lazos sociales?

La tecnología y los lazos

Podemos ver por la calle adultos involucrados con sus aparatos tecnológicos, cenas familiares donde todos mantienen una relación más estrecha con sus celulares que con la comida, y así un largo etcétera de ejemplos de situaciones sociales donde se puede observar al hombre en una relación casi de dependencia con la tecnología. Entonces nos damos cuenta que esto no solo ocurre en niños.

Lo que se observa en la práctica son niños muy sumidos en sus “propios mundos” desinteresados en los vínculos que no involucren un dispositivo. Considero paradójico que las redes sociales, que tienen la finalidad de unir, comunicar y globalizar la información, a su vez evitan que el sujeto se relacione con sus pares. Los lazos interpersonales son resumidos a la pantalla de un ordenador. 

En este orden de ideas, me parece importante mencionar al filósofo Zygmunt Bauman. En su texto Amor líquido utiliza la metáfora de la liquidez para dar cuenta de lo voluble e impalpable de los vínculos humanos en la actualidad. Al respecto, Adolfo Vásquez Rocca refiere: 

Surfeamos en las olas de una sociedad líquida siempre cambiante –incierta– y cada vez más imprevisible, es la decadencia del Estado del bienestar.*

Parece entonces que el uso de la tecnología ha traído consigo una ruptura o fragmentación en las formas de vincularse de los seres hablantes. Los vínculos, cuando los hay, se piensan ahora diferente, como sin salir nunca de lo “auto”. Estamos en una sociedad cada vez más tomada por lo autómata y autístico, marcada por vínculos transitorios.

¿Una adicción, una droga?

Para tratar de entender la tecnología desde el lugar de una droga que puede provocar una adicción me parece importante citar una entrevista titulada Las profecías de Lacan, Jacques-Alain Miller declaraba:

Lacan había deducido que la sexualidad iba a pasar del Uno de la fusión al Uno-solo. Cada uno a lo suyo y cada uno con su modo de gozar**

Esto quiere decir que en el inconsciente, los goces no se complementan. Una manera de pensar el tema de la droga y la adicción es como aquello que te saca del lazo con los otros.

Anteriormente el paradigma social en el que se desenvuelven los seres hablantes sostenía la idea de una complementariedad entre las maneras de gozar de los sujetos donde la relación sexual y sentimental ideal podría lograr el engranaje. Sobre aquella frase: la media naranja; el empuje era hacia establecer y sostener los lazos como ideal social. 

Hoy en día los paradigmas han cambiado. De hecho no dejan de cambiar constantemente. Parece que el nuevo paradigma, es la caída constante de los paradigmas. Hay liquidez y confusión, son vacilantes y escurridizos. Sin embargo, ahora el empuje social establece como ideal que todo vale, todo es posible, todo está permitido, no hay límites. El modelo general para la vida cotidiana en el siglo XXI es la adicción.

¿Qué quiere decir esto? que cada sujeto goza con su droga y cualquier actividad u objeto puede hacer función de la misma. Por ejemplo: la tecnología, los juegos, el deporte, el sexo, diferentes aplicaciones, en fin, actividades que sacan al sujeto del lazo social. Ahora el que está fuera del lazo, no está fuera del ideal social, porque el empuje es hacia lo individual y lo autoerótico, cada quien dándole total libertad y permiso a su goce de hacer estragos.

Hablando de estragos… 

Si cada época produce su propio malestar y sintomatología, en esta hipermodernidad que nos aqueja podríamos hablar del estrago contemporáneo. Se trata de sujetos donde el inconsciente ha fracasado, triunfando lo sintomático y quedando anulada la subjetividad. Sujetos con sus deseos pisoteados, taponados, no escuchados, muertos en la repetición y monotonía de la cotidianidad.

Buscamos constantemente la satisfacción ilimitada de nuestros impulsos, recurriendo a cualquier dispositivo tecnológico y objeto que nos permita salir de ese cansancio que deja el ser un sujeto no deseante.

No hay un ideal social que coloque un freno o sirva de límite. Ahora el sin límite nos empuja a buscar una satisfacción plena que puede provocar la muerte. Sin embargo la primera muerte, la que tiene lugar incluso antes de la muerte del cuerpo, es la muerte del deseo y de la subjetividad.

Formas nuevas de vincularse

En los últimos dos años el mundo entero fue tomado por un virus que ha traído consigo lo que parece la premisa de que las computadoras y los dispositivos móviles son fundamentales para sostener los vínculos sociales.

Se trabaja ahora desde casa, los jefes y empleados ya no necesitan encontrarse en un espacio en común, las clases escolares y universitarias y hasta los encuentros terapéuticos entre un paciente y su psicólogo son online. Son nuevos vínculos, nuevas formas de ser y de hacer lazos. El avance científico no se detendrá y la evolución de las redes sociales y la tecnología son la punta del iceberg. 

Existen muchas posturas con respecto al tema, en unos generan más angustia las nuevas vinculaciones humanas-tecnológicas. Otros se lo toman con mayor tranquilidad y aceptación, sin embargo se puede leer un malestar. Sujetos obstaculizados para establecer relaciones interpersonales, tomados por la liquidez de no lograr sostener los vínculos incluso cuando desean hacerlo. 

La dignidad que otorga ser un sujeto deseante

La tecnología colmada de todas las respuestas, omnipresente en los vínculos humanos, vestida de algoritmos que vigilan y estudian los intereses de las personas y las segregan en sus autos: autoservicio, autoerotismo, autismo. ¿Será suficiente para llenar los vacíos humanos? ¿Será la virtualidad suficiente para satisfacer los deseos de los seres hablantes? 

¿Por qué aun con todos estos artefactos colmadores nos seguimos quejando del aburrimiento, el vacío y el sinsentido? Parece que hay algo que siempre se le escapa al todo, una luz al final de la red. Esa luz es apuntar al deseo, escucharlo, interrogarlo y aunque en ocasiones sea escurridizo, resbaladizo, jabonoso, escapista, apuntar a encontrar los mecanismos para sostenerlo. De eso se trata recuperar la dignidad como ser hablante.

Siempre que exista el vacío, siempre que persista el vejado e infravalorado aburrimiento, estará el deseo del vínculo. Esa oportunidad valiosa de emprender la búsqueda, la duda, eso que hace lazo con los otros, que necesita del encuentro para hacer sociedad. 

* Vásquez, A. “Zygmunt Bauman: Modernidad Líquida y Fragilidad Humana.” Nómadas. Critical Journal of Social and Juridical Sciences [Internet]. 2008;19(3): . Recuperado de: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=18101917

** Miller, J.-A”Lacan’s Prophecies”, en The Symptom 12, Agosto 2011, http://lacan.com/symptom12/?p=175

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