Al recoger inquietudes frecuentes de nuestros lectores, decidimos realizar una entrevista a la docente Milagros Rojas, respecto a la apatía escolar como uno de los efectos que se ha generado en los niños a raíz de la asistencia a clases de manera online. Este texto es el producto de esta entrevista realizada por Café Subjetivo y que ha sido editada para su publicación.
– ¿Se puede hablar de una respuesta singular de cada niño ante el confinamiento a partir del covid-19?
Hay que empezar por puntualizar que los niños también son personas. Cada persona tiene una manera de enfrentar la realidad que se le está presentando. Para los niños en edad escolar es primordial, no solamente recibir las clases y nutrirse de conocimientos académicos, sino que les hace falta desenvolverse socialmente. Esto les permite crecer en su forma de desempeñarse y comunicarse con sus pares.
Una de las quejas que he recibido de estudiantes en esta época es que no hay recesos en la modalidad online. Se hacen pausas pero son aburridas. En ese caso la apatía que surge tiene que ver con que estudiar online es monótono. No se tiene un encuentro real con sus pares.
Cuando se va al colegio, una gran parte de lo que emociona es el encuentro con los otros. Se espera con ansias el tiempo de receso. La motivación viene de sentirse satisfechos en los distintos ámbitos de la vida. No es solo estudiar.
Los niños tienen diferentes formas de aprender. Dependiendo de la edad y las características de personalidad pueden o no verse afectados. En función de eso cambian las reacciones de un niño a otro ante el encierro. Es en ese momento en el que puede aparecer la apatía.
Lo que ocurre es que el niño está inmerso en una rutina que no es cónsona con su edad. Los niños están en la edad de descubrir, de experimentar, necesitan jugar, conversar, crear. Estando frente a una computadora durante una jornada, se estropea su lado creativo.
-¿Cómo ha podido evidenciar esta respuesta en su práctica como acompañante escolar?
Desde mi experiencia, muchos niños han manifestado apatía. Con las clases online y semipresenciales se perdió el interés en hacer y entregar las tareas. Parece que ya no significa nada para los niños.
Eso sí, unos cuantos se volvieron expertos en el uso de la computadora. Sin embargo, en ocasiones no quieren conectarse a clases.
Se generó una presión. Esta situación puede hacer colapsar a los niños, quienes se retraen y no dan ningún tipo de respuestas.
– ¿Es posible pensar en la rebeldía y la tristeza como expresiones de un malestar a causa de la ausencia o deterioro de los vínculos sociales?
La edad escolar es fundamental para generar habilidades de socialización y para la regulación afectiva. Cualquier actividad que uno realiza está relacionada con nuestras emociones. Si se está presentando ese síntoma es porque algo no anda bien.
No es natural la comunicación a través de las pantallas. El uso excesivo de las mismas, ha hecho que los niños ya no quieran vincularse de esta manera. La sensación de que no se tiene amigos viene dada por la ausencia de vinculación afectiva con sus pares.
La tristeza, la rabia y el llanto son formas que tienen los niños de expresar su malestar. La apatía y la tristeza pueden estar reflejando una falta de motivación. Es posible que se trate de otros problemas. Si no sabemos lo que ocurre, es necesario buscar ayuda para el niño y apoyo para los padres.
-¿Pueden estas manifestaciones afectar el desempeño escolar?
Por supuesto que sí, pues con el fin de preservar la salud física del niño, se está viendo afectada su salud mental y emocional.
¿Estamos claros en lo que es el desempeño escolar? Los maestros y padres suelen enfocarse en los objetivos académicos que debe alcanzar el niño a toda costa.
Como docente, diría, que si la educación se mantiene online, habría que darle otro sentido para el niño. Hay que considerar bajar las expectativas de que el niño aprenda mucho contenido académico. Es necesario que aprenda a manejar emocionalmente las situaciones que nos ha tocado vivir.
La interacción social es mediación del aprendizaje. Es importante respetar el ritmo de aprendizaje de cada uno. Las circunstancias personales hacen que el rendimiento no sea igual para todos.
-¿En qué punto un padre debe alarmarse y actuar?
Los padres suelen conocer de qué manera reaccionan los niños a situaciones habituales. Una señal de alarma es que el niño se encierre en sí mismo; cuando no protesta, no se queja por lo que no le gusta. Pasar de la protesta al silencio es signo de gravedad, se cae en la apatía total.
Desde mi punto de vista, es más fácil acceder al niño desde la protesta que desde la apatía. El niño mediante las quejas y pataletas expresa algo de su disgusto.
Si el padre logra escuchar al niño, se le da validez a sus palabras y a su sentir, aunque no se tenga una respuesta en el momento. Dar la posibilidad al niño de expresar lo que siente ayuda a aliviar su malestar. Lo importante es que se sienta acompañado y escuchado.
Los adultos jugamos un papel crucial en las situaciones emocionales de los niños. Es difícil cuando el adulto a cargo tiene problemáticas que lo sobrepasan, pero siempre se puede buscar ayuda y resolver.
-¿Qué hacer ante la apatía?
Es clave la cercanía entre el docente y los estudiantes, así sea a través de una pantalla. Una manera de establecer un vínculo con ellos es al inicio de una clase. Se puede preguntar cómo se encuentran y generar un espacio abierto de conversación. Eso no es tiempo perdido. Es una inversión necesaria para disponer a los estudiantes de recibir el conocimiento.
¿Cómo un niño que se siente mal puede prestar atención a las clases? Darle voz a los niños es fundamental. La planificación y el material de trabajo nos puede parecer espectacular, pero son ellos los que tienen la última palabra. La forma de interactuar ha cambiado y el aprendizaje ya no se logra bajo la figura docente del dador de clases.
Por otro lado, para los padres en situación de clases online obligatoria, mi recomendación es tratar de hacer mixta la actividad que realizan los niños. El ser humano se aburre. Se puede obtener un efecto favorable cambiando el ambiente en casa. Por ejemplo, cambiar el espacio físico o las actividades que se hacen antes o después de la clase. Además, es importante estar en comunicación con los maestros.
Las actividades extra curriculares pueden servir para introducir ese factor de variación en la rutina. Ahora, esa actividad tiene que ser compatible con los gustos del niño.