“Pero su soledad, aún en medio de circunstancias extrañas a su modo de ser, le servirá de sostén y de hogar. Y desde ahí podrá usted descubrir todos sus caminos.“
Rainer María Rilke. Cartas a un joven poeta.
La soledad es una experiencia diferente para cada quien, para algunas personas puede ser un privilegio y para otros un castigo. La soledad tiene muchos matices y muchas interpretaciones. Sentirse solo no implica necesariamente la ausencia de compañía, hay quienes se sienten solos aunque estén rodeados de personas. Recordemos la historia del ánima sola, quién como castigo a sus errores estaba condenada a sentirse sola hasta el fin del mundo.
Para algunas personas estar solo puede implicar bienestar y libertad. En este caso, se puede estar tiempo sin compañía disfrutando del tiempo en soledad sin angustia. Para muchos puede confundirse el hecho de estar solo con el aislamiento. Así la soledad se establece como una defensa para protegerse de un otro que se considera dañino. Ahora, ¿cómo se construye la experiencia de la soledad?, ¿desde qué momento podemos hacernos conscientes de lo que implica estar solos?
La soledad cuando somos niños
Pensemos en la soledad desde la infancia. Los niños buscan la atención de la madre para procurar su compañía. Al principio señalan con su dedo cuando quieren algo y posteriormente lo piden a través de las palabras. La petición está dirigida a la figura de los padres, “quiero”, “dame”. Es decir, que en esa primera etapa necesitan de un otro para poder satisfacer sus necesidades. Un niño no puede estar del todo solo, pues corre peligro.
Tiempo después, pueden estar solos en compañía de un adulto. Inicia la aventura de construir un mundo propio. Comienzan a llevarse los alimentos a la boca, a buscar las cosas que necesitan, a jugar solos. Es allí donde podemos decir que se establece una noción de lo que implica la soledad. Citando a Winnicott:
“La madurez y la capacidad para estar solo implican que el individuo ha tenido la oportunidad, gracias a una buena maternalización de formarse poco a poco la creencia de un medio ambiente benigno” *
Entonces, Winnicott considera que una infancia con un ambiente seguro, donde el niño puede aprender a estar solo contando con la presencia de alguien, es el inicio del disfrute de la soledad.
Ahora, sabemos que este solo es un factor que interfiere en la construcción subjetiva que hace cada quien del hecho de estar solo.
Así bien, la experiencia de la soledad, es decir, el hecho de asumir estar solos, comienza al descubrir que realmente nunca se está solo con la madre, que no existe una unidad madre-hijo. Al respecto, el psicoanalista Gustavo Stiglitz puntualiza lo siguiente:
“…para el niño la experiencia de la soledad de todo ser hablante se caracteriza porque nunca está del todo solo con su madre…”**
Stiglitz nos habla de otro tipo de soledad, que no refiere exactamente a la ausencia de compañía, si no que alude al hecho de enfrentarse a no ser lo único para la madre, pues ella también tiene otros intereses más allá de su hijo. A partir de allí, se sabe que hay una diferenciación, un mundo propio, hay que lidiar con lo íntimo, donde la madre ya no puede hacer, ya no puede estar.
Estar solos siendo adultos
Cuando crecemos vamos tomando mayor responsabilidad respecto a nuestra propia vida y también sobre la forma en la que podemos afectar a otros. La soledad es ese espacio en el que podemos tomar decisiones basados en nuestro criterio, un espacio en el que se puede dar sentido a la existencia.
En este sentido, se está solo ante las elecciones y ante la verdad de uno mismo. ¿En qué sentido? no es posible que el otro nos complete, que nos llene. Tampoco es posible que diga lo que no podemos decir o que ponga en acto una decisión a ejecutar.
Sin embargo, la soledad, nada tiene que ver con el hecho de separarse por completo del mundo, de rechazar al otro. Más bien, se relaciona con ese lugar donde al encontrarnos podemos hacer con nuestra vida para después compartir con el otro.
Entonces, ¿cómo pudiera encontrarme con el otro de manera genuina si no conozco mi propio silencio? Se trata de construir una soledad que no flagele los vínculos, que sea capaz por el contrario de unir, de mantener el vínculo desde otro lugar, muy distinto al de la dependencia.
*D.W. Winnicott “El proceso de maduración en el niño. Estudios para una teoría del desarrollo emocional” (1965). Editorial Laia, España.
**Gustavo Stiglitz “Renunciar a la soledad” disponible en: http://www.revistavirtualia.com/articulos/450/malestar-en-la-civilizacion/renunciar-a-la-soledad
Psicóloga Clínica de orientación psicoanalítica.
Experiencia en el trabajo con niños, niñas, adolescentes y adultos.
Muy bueno, me sentí muy identificada con este tema y fue cómodo comprender a nivel profesional la raíz de algún mal que nos acompaña desde la niñez.
Gracias por tus comentarios Fátima, siempre son bienvenidos. La soledad es un tema que da para mucho, seguiremos reflexionando 😉
Me parece muy interesante, sobre todo la perspectiva de la relación madre e hijo a la luz del tema. También nos limitamos a mirar el tema de la soledad como la ausencia de compañía cuando es algo mucho más complejo. Gracias!
Así es Lisbeth, es un asunto complejo que permite cuestionar nuestra postura ante muchas situaciones. Gracias a ti, por tu aporte.
Interesante exposición sobre la soledad. Me gustó mucho.
El tema de la soledad es complejo. Mucha gente sataniza a la Soledad, pero el estar solo (sin gente rodeándonos) constituye una posibilidad de estar con nosotros mismos y si nos sentimos a gusto con nosotros, seguro que también será así con la presencia de otros.
Estamos de acuerdo en eso, Milagros. Como afrontamos la soledad nos dice mucho sobre la relación con uno mismo y con el otro. Un abrazo, gracias por comentar.