“Ninguna regla al respecto vale para todos; cada uno debe buscar por sí mismo la manera en que pueda ser feliz. Su elección del camino a seguir será influida por los más diversos factores.”
Sigmund Freud
El ser humano busca enfáticamente acercarse a la felicidad, sentirse satisfecho con la vida y con las circunstancias que le rodean. Es un empuje constante hacia situaciones que le generan placer. Cuando no es posible lograr esta satisfacción, surgen las preguntas: ¿por qué no puedo ser feliz?, ¿qué me falta?, ¿qué he hecho mal para no lograrlo? Algo pasa, algo impide esa añorada felicidad. Ese algo se interpone. ¿Qué será?
Antes de profundizar en estas preguntas, es necesario acotar que junto a esa búsqueda por ser feliz y pleno, existe otra fuerza, otro empuje inconsciente que lleva al sujeto a la autodestrucción, Freud lo llamó pulsión de muerte.
¿El otro es más feliz que yo?
Últimamente, con el furor de las redes sociales, es simple pensar que las otras personas son más felices y llevan vidas enteramente satisfactorias. Pocas veces se cuestiona que la vitrina mostrada a través de esos medios tiende a ser esa parte agradable de la vida, más no un registro fidedigno de lo que el sujeto está padeciendo.
Esto no es un fenómeno nuevo, antes nos asomamos por las ventanas, para ver la vida del vecino y pensar que era mejor que la nuestra, que era más feliz, ahora basta con abrir el instagram para corroborar ilusoriamente esa hipótesis.
Además, la felicidad se ha convertido en un bien del mercado, asociándose al consumo. “Si tengo un determinado objeto, seré feliz” Alcanzarlo dará felicidad, aunque al tenerlo sobreviene una sensación de vacío, pues los objetos no pueden tapar la falta, ni reparar al sujeto.
Así, comprar más se establece como solución para el malestar, más placer como imperativo. Dentro de todo, sabemos que esta solución será momentánea, y al regresar del mall tendremos que enfrentarnos a quienes somos y lo que nos genera angustia.
La felicidad: esa búsqueda inagotable de placer
La felicidad es un concepto idealizado de lo que puede ser la vida si tuviéramos todo lo que nos falta. Sin embargo, la falta genera el movimiento, el avance de cada individuo. De hecho, sin la falta de felicidad no sería necesario preguntarnos cómo alcanzarla. Así, anhelar la felicidad es una búsqueda que no termina nunca.
Esta idea me remite al texto de S. Freud El malestar de la cultura, en el cual expone ciertas observaciones respecto a la felicidad:
“El designio de ser felices que nos impone el principio del placer es irrealizable; mas no por ello se debe -ni se puede- abandonar los esfuerzos por acercarse de cualquier modo a su realización.”*
Entonces, sentirnos siempre plenos, aunque se vuelve una exigencia de la época, resulta un imposible. Sin embargo, dejar de buscar esa plenitud sería abandonar el sentido de vivir. El cual cada quien va construyendo a lo largo de su vida, no sin enfrentarnos a un enemigo insospechado: nosotros mismos.
La felicidad como acertijo
Acaso, ¿somos en parte responsables de nuestra propia infelicidad? ¿Por qué nos encontramos frecuentemente repitiendo ciertas situaciones que generan sufrimiento? La repetición surge como un intento de reparar eventos que han sido traumáticos para cada uno. La pregunta que aflora después de envolverse siempre en el mismo guión de vida es: ¿por qué me pasa siempre lo mismo?
“Solo porque el infierno se esconde en nuestro interior, podemos comprender nuestra esperanzada disposición a dejarnos convencer de que se encuentra afuera.”**
Desde esta frase de Gustavo Dessal, surge una interrogante respecto al papel del sujeto en la frustración de la búsqueda de placer. Uno mismo como enemigo o el infierno constante de repetir como modo de vida.
Parte de cuestionar el impulso de la repetición, recae en asimilar que enfrentarnos a ese guión de sufrimiento, aún logrando cortar la cadena, no garantiza la plenitud eterna ni un estado de satisfacción perenne. Ya que no es posible vivir siempre regocijado en el placer, pudiéramos redefinir la felicidad como un estado transitorio o al menos, un estado no del todo permanente y estable. Entonces, el acertijo de la felicidad reside en descubrir cómo lidiar consigo mismo y esto implica descifrar el significado de felicidad para cada uno, el propio, el escondido tras los telones del semblante.
*”El malestar en la cultura” Sigmund Freud (1930) Sigmund Freud, Editorial Alianza, España.
**“El retorno del péndulo. Sobre psicoanálisis y el futuro del mundo líquido”, Zigmunt Bauman y Gustavo Dessal (2014). Pág. 27. Editorial Fondo de cultura económica, España.
Psicóloga Clínica de orientación psicoanalítica.
Experiencia en el trabajo con niños, niñas, adolescentes y adultos.
Es cierto!! cuanta apariencia de felicidad circula en las redes sociales, sin duda es usada como un producto más. Lo que me hace felíz a mi no hace felíz a otros o viceversa, cuan esquiva, momentanea y anhelada es!
Es sin duda, un concepto al que le damos forma subjetivamente. Gracias por tu aporte!
Qué profundo…
Me encantó! Cuando te leo me siento más cerca de entender lo que pasa dentro de mí, puedo sentirme más tranquila y menos culpable.
Gracias por enseñarnos ❤
Que bonitas palabras Rosa. Gracias por compartirlas, este es tu espacio, un abrazo!