En la crisis actual, nos vemos limitados a quedarnos en nuestros hogares, lo cual puede generar una sensación de encierro y pérdida de libertad. Muchos de nosotros nos regocijamos ante este evento, puesto a que tal vez nos describimos como introvertidos y reservados; en mi caso, de alguna forma siento que estoy acostumbrada a mi soledad y disfruto de este ambiente. Esto me genera serenidad y me permite aprovechar este tiempo para hacer actividades agradables. En lugar de sentirlo como una imposición, puedo introyectarlo como un alivio el no tener que cumplir con la demandada interacción social.
Por otro lado, una persona que se identifica como extrovertida, puede sentirse aislada, al estar confrontada con una soledad que abruma. Para este individuo, un espacio de encuentro consigo mismo puede convertirse en una zona de angustia y despliegue de una serie de síntomas; como ansiedad, preocupación, insomnio, etc. A su vez, el estar acostumbrado a estar rodeado de gente, puede suscitar una necesidad de ser reconocido por un otro para validarse a sí mismo, así como su propia existencia. Al tener también una necesidad social, (a pesar de tener una tendencia hacia la introversión), esto también lo puedo vivenciar en ciertos momentos a lo largo del día o la semana.
En un porcentaje mayor, en el segundo grupo, es donde podríamos encontrar el sentido de pérdida de libertad al estar enfrentados a cumplir con una cuarentena. Lo curioso es que muchas veces, si lo analizo en mi diario vivir y cuando estoy ya cansada del estrés laboral y una rutina monótona, ansío el poder estar en casa y desentenderme un momento de mis obligaciones diarias. Ahora bien, es importante resaltar que este pensamiento se suscita a partir de mi deseo, es decir, de un deseo propio. Ante esta situación, ansío y anhelo “aquella sensación de libertad”.
¿Qué pasa cuando no somos nosotros los que dictaminamos el parar todo y el tener que quedarse en casa?
Se puede generar justamente una significación de sentido de privación de libertad; puesto a que viene a partir de una imposición del Otro, es decir, de una autoridad externa ante la cual no se puede/debe incumplir. En este caso mi deseo se ve obnubilado por una imposición y en ese momento es cuando puedo experimentar una sensación de encierro y malestar.
Este sentir puede venir acompañado de un deseo de lo “prohibido” de “lo no posible”, como lo es, en el caso de la cuarentena: el salir de casa, armar una reunión y/o viajar aprovechando la baja de precios en las aerolíneas. Lo que al inicio no estaba reconociendo, es que esta sensación de encierro y de pérdida de autonomía sobre mi propia planificación, me priva de poder encontrar en este espacio de tiempo una sensación de tener la opción de finalmente parar. De aprovechar el tiempo que tanto ansiaba para hacer otras actividades de interés o tareas que tenía pendientes.
En conclusión, el malestar puede convertirse en mi peor enemigo, puesto a que el problema no es “la falta de libertad”, el problema se instaura en cómo aprovechar la situación actual en beneficio de mi salud emocional e incluso re-direccionando mi deseo y energía vital.
Muy interesante enfoque. Yo en lo particular me siento feliz con la soledad, mejor dicho con la ausencia física de personas pues mi trabajo requiere de tiempo, reflexión y concentración jajajajaj… Felicitaciones, interesante articulo e interesante bibliografía y la forma de presentarla en forma de enlaces.
¡Muchas gracias por leer! Efectivamente, eso nos demuestra que para cada quién es una experiencia distinta, en tu caso puedes apreciar el estar solo sin que esto te afecte emocionalmente.