Las palabras suelen incomodarme por sus formas de ser, escurridizas, mentirosas, ficticias y verdaderas, siempre jugando con las comas, los signos, rodando siempre los puntos finales.
Las palabras suelen incomodarme por sus significados no eternos, no completos y su cualidad contraria a lo inamovible.
Siempre están corriendo, revoloteando, seducen, te hacen creer que son tocadas y utilizadas, mientras ellas hacen de ti un sujeto, y así estás sujeto a ellas, eres sujeto de las palabras.
Doy un salto al siguiente párrafo, intentando escapar del párrafo anterior y sus significados, pero se me han caído los signos de interrogación.
La pregunta da vida y sentido, mueve y acciona, la pregunta te permite hacer una historia ¿pero a dónde ha quedado la pregunta cuando se han caído los signos de interrogación?
Quizás esa es la pregunta.
Quisiera sujetar las palabras, vestirme con ellas, usarlas. Pero se van, se escapan risueñas. Por instantes me dejan solo como un cuerpo, un cuerpo que se acompaña con sus suspiros.
A los suspiros se le han escapado los textos, hay algo en ellos que no logra ser nombrado, pero salen y suenan, algo producen así no tengan letras, pueden producir una pregunta en el otro.
¿Por qué suspiras? o ¿y ese suspiro? los suspiros pueden angustiar. Parecen carentes de enunciación, pero algo dicen aunque se le hayan escapado las letras.
Los tics de mi rostro saltan a la luz como objetos raros, como instrumentos musicales mudos que hacen ruido. Parece que cada tics es una letra suelta que se convierte en gesto porque no encuentra su párrafo, ni siquiera sabe a qué palabra se le cayó, pero algo quiere decir, así como los suspiros.
Neart Vicuña.
* Publicación inédita escrita para Café Subjetivo.
Psicólogo clínico de orientación psicoanalítica y actor de teatro.
Experiencia en la atención de niños, adolescentes y adultos con necesidades especiales.